miércoles, 23 de mayo de 2018
viernes, 18 de mayo de 2018
domingo, 13 de mayo de 2018
LOS SENTIDOS PERDIDOS
Después de dos años postrado en la cama y enganchado a una vía y a otros aparatos más específicos que le controlaban su corazón y su cerebro, Rafael entre abrió los ojos. Estaba en un lugar desconocido con las paredes de un blanco inmaculado, un silencio de ultratumba le rodeaba, intentó moverse y no conseguía ni levantar un dedo. Estoy muerto, pensó, sin embargo por las ventanas y a través de las persianas se colaba un poco de luz. Desorientado volvió a cerrar los ojos.
Como
todas las tardes escuchaba una voz dulce
que durante mucho tiempo le hablaba sin parar, aunque no entendía nada de lo
que le decía. Por ello creyó que estaba en otra dimensión desconocida. Debía de
estar muerto, pues no sentía ninguna emoción, ni siquiera un poco de dolor al
levantar los dedos, bueno eso de levantar era un decir, todo esfuerzo se
quedaba en un intento.
Cada
día la joven enfermera al finalizar su jornada y una vez de cambiarse el
uniforme daba una última visita a Rafael, se dio cuenta que nadie le visitaba
ni preguntaba por él.
Un
sentimiento de profundo cariño comenzó a nacer en ella, quizás le recordaba al
abuelo que nunca conoció, por ello comenzó a leerle en voz baja y al
terminar le acariciaba el rostro como
transmitiéndole calor y ternura.
Se
preguntaba si sentiría algo, o su cerebro vegetaba al igual que todo su cuerpo,
todos sus sentidos estaban atrofiados o cansados de una vida llena de traumas
que se negaban a seguir resistiendo más sufrimiento.
El
amanecer de hoy era especial Adela cumplía veinticinco años, los regalos
esperaban escondidos en el cuarto de sus padres, a la tarde seguro tendría su
fiesta sorpresa como cada año desde que puede recordar.
Sentía
no poder quedarse tanto tiempo con el anciano, en realidad no sabía su nombre
solo su aspecto físico le daba la pista que era de otro país, con sus ojos
rasgados a penas perceptibles por lo pequeñísimos que eran.
Él
también tendría su cumpleaños. Entró en una juguetería y compró el peluche más
tierno que pudo hallar.
Si
no se daba prisa llegaría tarde a su fiesta. Entró como un torbellino en casa y
fue directa a su habitación. Se arregló y respiró profundamente, había que
hacerse la sorprendida al igual que todos los años, éste jueguecito comenzaba a
hastiarle, se sentía demasiado mayor para seguir con ello.
Entre
música, confetis y serpentinas ella era la niña de papá, cansada del bullicio y
mientras los demás comían y bebían, sigilosamente cogió el muñeco musical y se
marchó a toda velocidad a ver al anciano.
Le
habló con su dulzura acostumbrada con el resultado de siempre, le dió al botón
de la música y ésta sonaba dulcemente,
le acarició a la vez que levantaba la sábana y le colocaba entre sus manos el
peluche, lo tapó con delicadeza y se fue.
Al
día siguiente cuando entró en la habitación el anciano la recibió con una
sonrisa en los ojos, por primera vez vio en ellos un brillo especial.
La
música obró el milagro, pensó ella. El abuelo le indicaba que hiciera sonar al
peluche y solícita lo puso en marcha, la música de Bach le había devuelto los
sentidos perdidos.
© Todos los derechos reservados.
jueves, 10 de mayo de 2018
LOS ÁLAMOS DORADOS (A. MACHADO)
He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria ?barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra?.
Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.
¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!
Del libro Campos de Castilla poema VIII
lunes, 7 de mayo de 2018
ALMA DE LETRAS
Llegado a los tres cuartos de su vida su energía vital enriquecida, decide volcar su experiencia y sentimientos sobre el papel. En un principio la tinta fresca y el olor de los folios le subyugaban, después la comodidad del ordenador dio paso a su creación compulsiva.
Al
poco tiempo sus libros proliferaron en las editoriales su prosa cercana y
culta, le catapultaron hacia el máximo galardón el premio Nobel de Literatura.
Una mujer joven y vitalista le complementó en su trabajo y en lo sentimental.
Las
vicisitudes que a lo largo del tiempo marcaron sus letras, su espíritu viajero
le hizo recorrer el mundo recogiendo galardones y dando conferencias. Su
interés por los problemas de la gente y la añoranza de su tierra portuguesa, no
le impidió buscar un refugio templado en la vieja Iberia.
Rodeado
de un jardín de vivos colores y el sueño de crear una biblioteca donde
preservar sus obras y todos los libros acumulados a lo largo del tiempo, muchos
de ellos duplicados o triplicados, ya que si en algún momento los necesitó hojear le resultaba tedioso buscarlo
y con suma facilidad lo compraba.
La
Iliada la menciona en sus escritos, quizás en ella radique parte de su
formación y el impulso de escribir. La
fuente de los clásicos la muestra en cualquier entrevista y su convicción de
que solo cambia la evolución de las cosas pero el hombre sigue con los mismos
miedos y las mismas eternas preguntas.
La
fuerza radica en el ser humano con sus debilidades, equivocaciones y algunos
aciertos.
Habla
de la muerte, no por obsesión si no por la curiosidad del más allá, y la
fragilidad de la vida, siempre respondía que la muerte es que un instante estás
y al siguiente no.
Sabemos
que desde el momento de la concepción nos preparamos para morir, la enfermedad
cuando es fuerte rápidamente nos acongoja el sentimiento de si habrá llegado el
momento de partir.
Su
avanzada edad a pesar de los ingresos en el hospital, sigue retomando la
ilusión por escribir, en cuanto da por terminado un libro, en lugar de
relajarse busca en su cerebro una nueva
idea que le permita plasmar sus pensamientos y gozar mientras lo hace.
Mientras
respire y hasta el último aliento llegue no hay minuto que perder la vida es un
regalo.
Dudó
que sin la mujer que le acompaña los últimos veinte años, llena de energía que
seguro le insuflaría, lo absorbió de tal
modo que crear otros mundos y viajar al
continente americano varias veces al año parecía increíble.
Dejar
vida y esperanza a través de sus letras a las generaciones presentes y futuras.
La demostración viviente que no hay edad para hacer cosas y ejecutar difíciles
empresas, cosechar éxitos, si no tan excelso como el suyo, al menos nos sean
gratificantes para el cuerpo o el espíritu, y a ser posible ambos a la vez.
© Todos los derechos reservados.
sábado, 5 de mayo de 2018
OLVIDAR Y VIVIR
Necesito
olvidar, olvidar, olvidar tanto... para tener paz...Descargar mi alma de la
responsabilidad con que otros me atan. Irme
lejos, muy lejos, al otro confín del mundo, sin tomar avión, ni tren, ni
barco. Romper las cadenas de mi mente y volar, volar con las alas de la
fantasía a lugares ignotos.
Sentir
el abrazo fuerte y generoso de unos brazos que aprieten hasta que corten mi
respiración. Abandonarme entre ellos con la seguridad de estar viva. Renacer
con un alma nueva vigorosa e ilusionante, en este cuerpo gastado por el devenir
de una vida demasiado intensa en sufrimientos y con graves carencias amorosas,
desde la infancia, adolescencia, juventud y en la madurez…
Solo
recuerdo leves caricias maternas muy lejanas, por su partida inesperada. Sin
nadie que las reemplazara. Me encuentro cansada hasta el hastío.
Abro
la ventana en una noche de fuertes vendavales y les grito hasta que mi voz se
agota, quiero que se lleven lejos, muy
lejos hasta el último confín de la tierra todos mis miedos y mis angustias.
Necesito
vivir, quiero vivir, vivir con la fuerza e ímpetu de aquellos primeros años,
pero con la experiencia de la madurez. Llamo al viento huracanado para que
insufle en mí, un nuevo espíritu renacido con la ilusión de mi lejana juventud,
con el deseo e ímpetu de los sueños por conseguir.
Renata
se despertó con la almohada mojada por las lágrimas y con la sensación de haber
librado una feroz batalla.
Con
el cuerpo cansado, sin fuerzas para levantarse sentía como un imán la sujetara
a la cama, llevaba dos días postrada sin más alimento que su botella de agua a
la cabecera de su cama.
Cuando
por fin se levantó se miró al espejo y vió sus ojos inyectados en sangre, el
terror se apoderó de ella. Notó un golpe insonoro que le duró lo suficiente
como para dejarse de mirar el ombligo y aprender con vicisitudes del sufrimiento, para
continuar el camino.
La
lucha consigo misma había terminado, una renacida Renata desconocida para ella
misma se iba a enfrentar a la vida.
Se
puso un vestido rojo, de esos que dicen "aquí estoy yo" sus zapatos
de aguja y salió a pasear para tomarse un sencillo café con leche.
Notó
como las miradas de los hombres se detenían a su paso, entonces se erguía más
si cabe y contoneaban sus caderas con una gracia especial.
Una
cosa tan simple la devolvió la autoestima que había perdido tras un largo y
dificultoso divorcio.
Ahora
se sentía fuerte y capaz de emprender nuevas aventuras. Regresaría a su tedioso
trabajo y quizás también a eso le daría un giro, como por ejemplo un traslado
de ciudad, le empezaba apetecer conocer caras diferentes.
El
trabajo sería el mismo o muy similar pero las personas y el ambiente de la
ciudad que eligiera habría cambiado, esa excitante idea era un motivo de hacer
planes y buscar la zona del país que más le apetecía en esos momentos.
No
esperaba que su solicitud fuera atendida tan rápidamente que le cogió con el
pie cambiado.
Una
mezcla de alegría y nerviosismo se apoderó de ella, se atolondraba hasta que se
dijo "basta ya”.
Entró
en Internet y buscó un hotel para ir a la pequeña ciudad de interior que tanto
le apasionaba. No importaba el frío, la belleza y paz que le transmitía cada
vez que la visitaba, le compensaba pero ahora era diferente iba a residir en
ella, cada día sus ojos se llenarían de su historia, tan antigua que se pierde
en el tiempo.
Al
fin halló lo que buscaba, un pequeño apartamento cerca del trabajo, aunque las
distancias no son enormes y conducir no era algo que le apasionaba.
Hacía
bastantes años que renunció a coger un coche, un taxi o el tren serían
suficientes, así que se desprendería del auto.
Regresó
a casa y comenzó a hacer las maletas, dejaría parte de sus cosas para cuando
volviera de vez en cuando no tener que ir cargada de bultos, máxime si se
deshacía del coche.
Se
instaló enseguida y comenzó a sentir que la miraban como a una intrusa, pero la
nueva Renata quiso adelantarse a cualquier mal rollo y en el primer receso les
invitó al café de media mañana.
Les
hablo de la ciudad los monumentos, la historia que tan bien conocía y sus
paseos por el río, el mismo río que bañaba su patria chica.
Su
parloteo consiguió sus fines y al regreso al trabajo era una más.
Sintió
que unos ojos se clavaban en su nuca, pero no se movió. Así pasaron varias
semanas y la mirada la continuaba persiguiendo.
Si
al final iba a resultar que ahora ella imponía a los hombres, bueno por lo
menos a uno.
La
curiosidad ya dicen que mató al gato, pensó Renata, y tomó la decisión de
acabar con el juego.
Se
giró y sus ojos tropezaron con unos tan negros como el azabache, de mirada
intensa, brillante y rebosante de alegría. Sonrieron.
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