viernes, 9 de marzo de 2018

ALARMA EN ATOCHA

Suena la alarma anti incendios la estación se halla en su máximo ajetreo, la muchedumbre mira con temor en todas las direcciones. Ninguna señal de humo, ni ese inmuta el personal de Renfe, todo parece normal a lo lejos se escucha una voz que dice “pasa muy a menudo no se preocupen”.

Los murmullos se reanudan, las carreras y el  ruido de las maletas es el hilo musical del lugar, las cafeterías funcionan a buen ritmo, el anuncio constante de salidas y llegadas de los trenes hacen del espacio una ciudad diferente.

Casi todos los meses la visito un par de veces y he descubierto un puesto de café con un pequeño rincón para descansar y hacer tiempo para subir al AVE. Es una atalaya fantástica donde observar los diferentes comportamientos de las personas fuera de su estado de confort.

Ésta vez me encontré con un grupo de viajeros del IMSERSO de vacaciones a la playa de Benidorm, sé que es allí porque la guía cartel en mano no dejaba de gritar “los del grupo de Zamora a Benidorm” así una y otra vez, pero ellos seguían con sus conversaciones grupales.

Su alegría se les escapaba por los poros de su cuerpo, son mayores con unas ganas enormes de disfrutar envidiables, sin embargo un halo de inseguridad se percibía en el ambiente.

Los años les había enseñado que cada minuto hay que aprovecharlo al máximo y más si vas pasarlo bien, pero también se dan cuenta que se vuelven más vulnerables por la pérdida de reflejos y aptitudes físicas que otrora alardeaban. Todo ello lo camuflan con sonrisas y buen humor.

En la mesa de al lado una pareja de de mediana edad toma una cerveza y una copa de vino blanco que ella a penas le da unos leves sorbos. La cabeza del hombre la calvicie comenzaba a hacer estragos, sus ojos brillaban de forma especial que delataban el inicio de un romance, ella me daba la espalda su atuendo una chaqueta de corte militar y unas botas altas y marrones, su melena larga dejaba al descubierto su origen moreno.

La ilusión y deseo de él contrastaba con la inquietud que sus palabras dejaban traslucir “estoy preocupada por los comentarios de tus compañeros de trabajo”.

Con mi mirada al frente noté como me observó antes de acercarse al oído de ella para susurrar algunas palabras tranquilizadoras. No lo escuché pero nos lo podemos imaginar, ¿no?

La voz de la azafata suena de nuevo ésta vez anuncia la salida del AVE a Valencia, siguen con sus susurros y me voy a los servicios a mi regreso la mesa está vacía, echo un vistazo hacia las taquillas de los andenes y les veo que van a Valencia, observo por última vez el rostro de la mujer y por su aspecto parece que tranquila, tranquila precisamente no la dejó.

Mientras los minutos transcurren parsimoniosos la misma mesa la ocupa un caballero cargado con maleta y una bolsa de traje, en la mano una bandeja roja con una coca-cola y un vaso con unos cubitos de hielo, intenta mantener el equilibrio con tan mala fortuna que los hielos se caen y con una sonrisa me dice: no pasa nada pido más.

Le devuelvo la sonrisa mientras afirmo con la cabeza.

Ahora la voz anuncia la salida del tren a Alicante, allí me encuentro de nuevo con el grupo del IMSERSO y la guía voceando, espero sentada a que pasen y cuando la fila se despeja me aproximo. La azafata valida mi billete y de pronto vuelve a sonar la alarma anti incendios y al cruzar hacia el andén giro la cabeza y el silencio se repite y en la gente se produce la inquietud.


 
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