lunes, 28 de agosto de 2017

EL ALMACÉN DEL RECUERDO

Desde la ventana veo unos nubarrones a veces plomizos y otros negruzcos que amenazan tormenta. Miro el parque con senderos escoltados por árboles semi secos.

Cipreses erguidos llamando a los rayos y truenos que retumban en mi cabeza machaconamente. En el almacén no caben más y se quedan suspendidos en el tiempo. Hay que desalojarlos de sus aposentos porque invaden el espacio de los disfrutados con vehemencia y alegría.

De pronto un agua torrencial les baña mientras en mí hace el efecto de surtidores que limpian la tristeza y lavan algunos malos recuerdos. Otros en cambio se aferran a ese espacio que consideran suyo y no hallo forma de hacerlos desaparecer.

Sé que con ellos mi carácter se ha forjado para  ser quien soy y me han enseñado a valorar lo esencial.

Así que comprimo y cierro herméticamente su reducido espacio en previsión de ataques furibundos que desestabilicen mi armonía de vivir.

En cambio abro puertas y ventanas a los benéficos, hermosos y dicharacheros, todos los  que al pensar en ellos me provoquen una sonrisa.

Siguen las tormentas con sus rayos y truenos. Las fuertes gotas golpean los cristales con la furia del viento que las lanza. 

Mientras dibujan minúsculos riachuelos  en la ventana siento como mi almacén se ha vaciado y ha creado nuevos compartimentos para guardar los más bellos recuerdos que la vida  en cada instante me vaya a regalar.

 

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