A la mañana siguiente atracamos en la isla
de Creta, más exactamente en su capital Heraclión. Como cada mañana nos
esperaban los autobuses para hacer un recorrido por la isla. Lo primero que
visitamos fue Querroseno con restos de las civilizaciones romana y bizantina,
situados en un gran promontorio rodeado de bellos acantilado, se hallaban
próximas al bello pueblo de Malia poseedor de un antiguo castillo y una hermosa
playa de arena blanca.
El camino de regreso estaba jalonado de
artesanas haciendo los bordados clásicos de la zona. Exponían los manteles,
sábanas y tapetes a su alrededor, sin embargo los hombres nos ofrecían los trípticos e iconos ortodoxos helenos.
Al llegar a Malia, nos encaminamos hacia el
bar más próximo, en cuanto atravesamos el umbral fuimos directas a los lavabos.
Nos refrescarnos la cabeza y nos mojamos la gorra para mantener baja la
temperatura corporal.
Se estaba tan fresco que nos sentamos un
buen rato a degustar unos ricos granizados de naranjas. Volvimos al autobús
para hacer un circuito por la isla hasta llegar a Heraclión.
Una vez el centro de la ciudad iniciamos el
recorrido hacia la fortaleza veneciana bañada por el mar y las murallas que circundan
la ciudad. Otros lugares de interés que
visitamos fueron: la iglesia de San
Marcos, el monasterio de San pedro y San Pablo ambos del siglo XIII.
La Logia Veneciana que en la actualidad acoge
el Ayuntamiento, la Candia veneciana que era famosa por el abastecimiento de
agua a través de acueductos y las fuentes como las de Bombo, Morosini, Sagredo
y Priuli. Todo ello pasó después de que desapareciera la civilización Minoica
que fue el centro más importante de dicha civilización.
Luego la bizantina y después los sarracenos
que fueron expulsados de Al-Andalus construyeron un foso alrededor de la ciudad
para su defensa, hasta ser masacrados por los griegos y su dominio duró
doscientos cuarenta y tres años hasta que fue comprada por los venecianos.
Nos
decidimos ir al crucero para comer, ya que por primera vez
se podía ir caminando y después volver a recorrer sus calles. Una vez saciado
el apetito nos acercamos al camarote para aligerar nuestras mochilas y volver
al casco antiguo de Heraclión. Sus calles estaban abigarradas por los comercios
de todo tipo daba tiempo para entretenerse toda la tarde.
Quería comprar un pequeño icono para mi dormitorio
pero uno específico que me gustó al bajar del castillo de Cnosos. Lo busqué por
cada tienda hasta que lo encontré.
Comencé el regateo con mi ínfimo inglés pero
al final conseguí un buen precio. Ella no se atrevió a regatear
y se quedó sin él. Continuamos paseando admirando su arquitectura más vulgar, los escaparates de las grandes y
pequeñas joyerías, las de objetos de recuerdo.
Entramos en un comercio muy curioso por la
cantidad tan variada de productos, allí Amparo se hizo con un bonito sombrero,
pues no se acordó de meter una gorra en la maleta.
Ya estaba mediada la tarde el cansancio
empezaba hacer mella en nosotras, pero ella no quería volver al barco así que
compré un helado para degustar de regreso por el paseo hasta el buque, dejándola
que siguiera disfrutando de los últimos momentos de Heraclión.
Fui directa al camarote a darme una
refrescante ducha y descansar un momento, el momento debió ser largo pues me
desperté con su llegada. Mientras se duchaba yo me iba espabilando y pensaba… ¿qué
me pongo?.. El dilema de toda mujer. Siempre llevamos más indumentaria de la
que necesitamos, es el clásico por si acaso…
Ya nos habíamos engalanado más que de
costumbre con los vestidos largos de gala y arregladas de peluquería pues era la
cena con el capitán. Antes fuimos a cubierta para ver por última vez a Heraclión. Mientras nos alejábamos en el
crucero su fortaleza destacaba cómo una bella isla con las tonalidades del
atardecer, luego nos dirigimos a las salas de música y baile antes de ir a la
gran cena.
Entre los flases del fotógrafo haciéndonos
las correspondientes fotos con el capitán para después darnos paso al
embellecido comedor. Con una pantagruélica cena y unos deliciosos postres
mediterráneos, y cómo colofón nos obsequiaron con unas bellas melodías. La
fiesta continuaría en cubierta hasta altas horas de la madrugada.
Pintura de M. Morrison
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